martes, 29 de octubre de 2013

He escrito para niños y jóvenes a la intemperie.

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He escrito para niños y jóvens a la intemperie
Gabriel Janer Manila

Era la primera vez que viajaba a Sicilia y había leído hace años «Elegia per a Salvatore Giuliano». El mito lejano de este hombre estuvo presente en el inicio de mi escritura. Yo vivía en Mallorca, recuerdo la primera vez que fui al mar. Eran muchas las historias que había oído sobre el mar, la gente mayor solía decir que del mar no venía nada bueno. Con el tiempo oí contar otras historias de viajes por mar, más allá de la isla. Mi bisabuelo hizo el servicio militar en Cuba y mi abuelo emigró a la Habana. Yo guardo algunas cartas que escribió durante el viaje, son cartas donde se habla del mar, escritas desde el mar. El viaje hacia la palabra que nombra las islas es el más seductor de cuantos viajes podríamos hacer. Una palabra, como una isla, es un continente de experiencia humana. Pero también es un proyecto de realidades nuevas, de universos posibles. La literatura fue para mi una voz que contaba, recitaba y leía en voz alta. Podría ser que existiera una isla en cada uno de nosotros, una isla en el interior de otra. Rodeado de mar por todas partes, descubrí que la literatura era ante todo arte del lenguaje. Mucho antes de que supiera que existía la literatura, tuve la posibilidad de acercarme al patrimonio oral e inmaterial del pueblo. Empecé por conocer el primer soporte de la ficción: la voz. Y aprendí que la literatura es por ella misma un universo abierto, un territorio de infinitas posibilidades y que es un arte para solitarios. ¿Por qué escribí? Puede ser porque pienso que la literatura anticipa el futuro del hombre, le obliga a estimular la imaginación, a inventar proyectos, a poner en pie renovados sueños. Se trata de un juego compartido entre el escritor y el lector, mediante el cual la obra literaria nace cada vez que alguien se acerca a leerla. Y este juego posee una poderosa fuerza humanizadora. Cada texto tiene un universo propio.

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