sábado, 28 de septiembre de 2013

La LOMCE: una nueva ley educativa ¿para qué?





La LOMCE: una nueva ley educativa ¿para qué?



Llevamos varias reformas educativas desde que se implantó la democracia en nuestro país, más concretamente esta nueva ley es la séptima en tres décadas. Y cabría preguntarnos: Las reformas emprendidas ¿que pretenden realmente? ¿Qué buscan cambiar, reformar, resolver o mejorar? ¿Por qué se piensa que una nueva ley será la panacea?

Realmente, parece que las leyes educativas españolas se han convertido en un intento de adoctrinamiento e imposición de la ideología del partido político que sustenta el poder del Estado en cada período de gobierno. Es decir, parecer ser que no importa la ideología, lo que interesa es dejar la propia huella mientras se pueda.

La creación de una nueva reforma educativa siempre viene precedida con argumentos, estadísticas y datos cómo: corrientes de opinión, encuestas de dudosa profesionalidad, informes que sólo tienen en cuenta determinados factores (Informe PISA), fracaso y abandono escolar, etc. Y por desgracia, después de treinta años, continuamos en el mismo camino.

A mi entender, el diagnóstico de la situación de la educación en este país no se hace en profundidad, no se ha reflexionado seriamente sobre lo que funciona y no funciona en el Sistema Educativo, hecho por el que continuamos dando palos de ciego.

Llegados a este punto, habría que preguntarnos de nuevo: Quienes toman las decisiones para reformar el  Sistema Educativo ¿conocen la realidad del aula ordinaria? ¿En qué momento se ha planteado a la sociedad que educación quiere y que Sistema Educativo le garantiza esa educación?, y lo que me parece todavía más grave, ¿Por qué en cualquier debate educativo de las altas esferas, brillan por su ausencia los profesionales de la enseñanza, el alumnado, las familias y la sociedad en general que son los directamente implicados en la misma?

Todas estas preguntas parecen tener fácil respuesta, pero se sigue haciendo oídos sordos. Toda nueva ley se fundamenta a partir de unos presupuestos económicos, dotando este hecho de gran importancia, y así es, el presupuesto económico juega un papel imprescindible. El problema aparece cuando dicho presupuesto se queda corto, por la mala gestión y distribución del mismo. Estamos en una sociedad que piensa que el dinero lo arregla todo, pero ¿no influyen más factores?

Asombrosamente, todas las reformas educativas se parecen, teniendo pocas variaciones. En otras palabras, se enseñan los mismos contenidos básicos ahora que hace tres décadas, con diferentes pinceladas, pero básicamente, no se detectan cambios tangibles. Es en la LOMCE donde parecen querer marcar una reforma más acusada, como por ejemplo: el ascenso a la categoría de evaluable de la asignatura de religión o su alternativa, o la realización de evaluaciones y rankings (reválidas) en determinados cursos. Y en un extremo más radical, aunque increíble: la segregación por sexo del alumnado y la eliminación de la inmersión lingüística en las Comunidades Autónomas afectadas, donde nos obliga a preguntarnos: ¿Ya no tenemos derecho a la igualdad? ¿Debemos tratar a los niños y niñas de manera diferente?

En resumen, todo esto parece mentira pero es cierto, y como siempre, los perjudicados serán los estudiantes y el futuro de la sociedad española. Seguimos quejándonos y no se soluciona nada, tan solo se camufla y se espera a que pase la tormenta.