En primer lugar, este texto trata sobre el teatro de títeres y el encanto que siempre ha provocado en el pueblo raso, pero también a los frentes estéticos y, como no, a las niñas y niños, espectadores entusiastas que viven su magia y se identifican con los muñecos proyectando en ellos sus emociones y deseos.
A continuación, el texto hace una pequeña reflexión sobre los autores de estas obras destacando que la mayoría de éstos son anónimos, y que cada uno de ellos ha escrito en su lengua correspondiente dependiendo de la época y el lugar en el que vivía, dando vida a unos muñecos a través de sus textos teatrales. Son textos llenos de entusiasmo y entretenimiento, de los que a lo largo de los tiempos se han ido perdiendo muchos aunque se conserva un pequeño surtido. En ellos predominan creaciones de interés y cariño, dedicadas al público infantil.
Nuestro itinerario histórico se paraliza en la presentación y en la valoración crítica de fragmentos escritos y difundidos en castellano que van desde principios de siglo hasta la actualidad.
Es grato resaltar obras como la de La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón de García Lorca a las aportaciones actuales; de las divulgaciones eventuales a la colección Los Titirilibros, junto con otras dos piezas no infantiles: Los títeres de cachiporra y El retablillo de Don Cristóbal, exclusivamente dedicada a publicar obras para títeres. Por otra parte, también se presenta algunas muestras en otras lenguas peninsulares que aportan en la actualidad su tradición y abundancia creativa, como las recogidas en catalán, valenciano, gallego y portugués.
Para finalizar, es importante destacar que tanto hoy como ayer, los títeres son amigos de los niños. Ello es un requisito de preservar su esencia de seres valientes y rebeldes, aptos para defender la verdad y la justicia. Desde siempre todo esto ha embelesado a los humanos porque los simboliza.
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